El pasado 14 de septiembre celebramos, en los jardines de la Administración Provincial de Madrid, las Bodas de Oro sacerdotales de nuestro querido Ignacio Zabala. 

Hace exactamente 50 años, el día 14 de septiembre de 1974, y en el mismo lugar, la Iglesia de Santa María del Pilar, se ordenaba sacerdote un joven Ignacio Zabala, ya ingeniero y a punto de terminar la carrera de Teología. Un Ignacio que, desde el primer momento, se puso al servicio de los demás y de su Provincial, como lo demuestra el hecho de que recién ordenado acudiera al lugar donde más se le necesitaba (cubrir las vacantes de profesor de física y sacerdote que el nuevo curso requería en el Colegio Marianista de Ciudad Real), aunque ello significara posponer y cambiar los planes de terminar Teología en Friburgo que previamente se habían trazado. 

Ese “sí quiero” que tanto resonó la pasada tarde cuando Ignacio renovó sus votos ha sido constante en la vida sacerdotal de Ignacio, así como su determinación y seriedad en sacar adelante lo que considera importante; de ello fuimos testigos los que hasta allí acudimos, una representación de sus familiares más cercanos y de religiosos y laicos marianistas. 

Presidió la ceremonia Paco Sales y concelebraron Iñaki Sarasua, como Provincial, un hermano de Ignacio (también sacerdote) y el propio Ignacio, quien nos dirigió a los asistentes unas palabras muy trabajadas y cargadas de emoción; agradeciendo, en primer lugar, a sus padres el ambiente tan feliz y propicio para el crecimiento de la fe que tuvo de niño y dando unas pinceladas de los momentos más importantes de su vida sacerdotal. 

Al terminar la ceremonia, tomaron la palabra: Lourdes, como sobrina nieta, quien mostró el lado más familiar del “tío Ignacio” y lo destacó como presencia clave y maestro de la familia Zabala a lo largo del tiempo; Cecilio y Mercedes, de la fraternidad de Fraticelli Descalzos, quienes rememoraron al Ignacio más joven, campeón de balonmano en los campos del Colegio Nuestra Señora del Pilar y pionero tanto en las cumbres montañosas como en la creación de comunidades de fe sólidas y fuertes en la fe; Chicho y Concha, también de Fraticelli, destacando el acompañamiento constante de Ignacio en sus propias vidas y en la fundación del proyecto de fraternidades; y, por último, Arturo, agradeciendo a Ignacio y a Carmina Marzal por haber cuidado como un padre y una madre a la fraternidad de La Burbuja al nacer y por haber querido cerrar ahora el círculo regresando con nosotros como asesor 25 años después. 

En el ágape posterior, era comentado lo agradecidos que estábamos todos de haber podido acompañar a Ignacio en este día tan importante y lo mucho que significaba para cada uno de nosotros. La tarde transcurrió muy agradable; el tiempo acompañaba y disfrutamos de lo lindo las viandas que los “camareritos” nos sirviendo con tanta ilusión.  

Demos muchísimas gracias a Dios por la vida y la vocación de Ignacio.