El pasado miércoles 16 de abril, más de cuarenta jóvenes procedentes de distintas ciudades de España, nos dimos cita en San Sebastián, y no (solamente) para disfrutar de unos buenos pintxos o darnos un paseo por la playa de la Concha… el motivo era mayor. Vivir la Pascua de este 2025 de una manera especial, diferente, unidos en Comunidad. Cada uno con sus inquietudes, sus dudas, sus preocupaciones, pero todos atraídos y movidos por el carisma Marianista que tanto nos ha dado, y que aún a día de hoy, pese a haber acabado nuestros estudios en el colegio, nos sigue llamando a celebrar juntos, en Familia, esta vez, el mayor acto de amor que se haya visto jamás.

Todos y cada uno de los presentes nos hemos sentido muy acogidos desde el primer minuto, conocedores de la magnitud del evento, y sintiéndonos partícipes de algo más grande. “Un encuentro con Jesús resucitado”, “Una conexión muy fuerte con Dios y con mi Comunidad”, “Mucha paz y nuevas amistades”, “Momentos de parar y disfrutar de todo lo que me rodea” …

Así describían muchos de los jóvenes presentes su experiencia en esta Semana Santa, y lo que han significado para ellos estos días. Han sido días muy intensos, en los que todos hemos podido aportar nuestro granito de arena en cada actividad y cada momento, aportando nuestra visión con total libertad. Con una peregrinación a Lourdes Txiki, el Via Crucis en el monte Urgull (con previa parada para desayunar un buen chocolate con churros), oraciones con las mejores vistas de todo Donosti, celebraciones y canciones, adoraciones nocturnas, compartir y más compartir… y siempre bien acompañados. Porque los jóvenes no hemos estado solos. Religiosos y fraternos nos han guiado estos días, escuchándonos, apoyándonos, enseñándonos aquello que aún a nuestra edad nos cuesta entender.

Y todo este jaleo por un único motivo: permanecer anclados a la esperanza de Cristo resucitado. Esa esperanza que llena de sentido nuestra vida y nos ilumina, nos llama a seguir, a dar lo mejor de nosotros mismos, aunque sintamos que todo se tuerce y que el futuro parezca cada vez más incierto. Porque los jóvenes estamos aquí, y queremos seguir diciendo SÍ a ser peregrinos de esa esperanza. Agradeciendo lo vivido esta Semana Santa y dispuestos a llevar esa vivencia a nuestra realidad del día a día.

Roberto Aranda (Valencia, 22 años)